interferencias 2005

Ecat. Toledo

Comisariada por Manuela Sevilla Mompó y Jorge Diez.

“Jesus blood never failed me yet”. Gavin Bryars

Lampadario colgado de la cúpula de la iglesia con un sistema de luces que se apaga y enciende al azar. Cortina de hilos.

  • Manuela Sevilla Monp. Interferencias

    Las exigencias de luz características del pensar y obrar occidental (la admirada luminosidad de la cultura y el arte desde la Grecia clásica, la ansiada luz de Goethe o las luces de la ilustración) vienen motivadas por la necesidad de superar la ausencia originaria sobre la que se funda el pensamiento y el mundo. La obsesión por el aparecer y el desaparecer que efectúan las cosas en él a través de la luz (o de su falta), determina una concepción mediadora de lo lumínico que permite transformar la nada original sobre lo que se asienta lo real, en algo. La obra de Mercedes Lara ha ido derivando hacia los reflejos desde una indagación introspectiva de la realidad que nos circunda, con un deseo de trascender cualquier particularidad-especificidad y la creencia plena en la importancia de «significados» del fragmento. Fragmentos de luz reflejada provocados por las interferencias mediáticas pasando del mundo estrictamente pictórico hacia la inclusión en otras referencias. La pintura, el espacio museístico, los códigos de representación, son desmontados en este momento para ser trabajados por separado e insertarlos en concepciones nuevas. Ahora elementos del vocabulario pictórico como la luz, introducida a modo de pinceladas tecnológicas generan nuevas cadenas de formas y significados. La realidad siempre fue atrapada por la luz y proyectada en su cadencia, cercando sombras que nos remontan a los orígenes de la pintura, en el intento de captar los efectos lumínicos sobre los objetos. Integración de luces discontinuas y arrítmicas a modo de caos premeditado y reflejo de los medios, en este piso compartido que es el mundo, representando el movimiento del ojo y del campo visual, así como el dinamismo de las pantallas-ventana del entorno digital. La instalación dialoga con el espacio que la alberga perceptiblemente en todo su ámbito, tanto en el campo visual como sonoro (y que desde Marcel Duchamp viene ocupando un lugar muy importante en lo artístico); un sonido elegido artísticamente para esta instalación, y que nos llega de una pieza de Gavin Bryars, «Jesus blood never failed me yet», cuya repetición a modo de tantra-reflejo, nos remitir al estribillo de un salmo sustraído y enunciado por un viejo indigente a la salida del oficio. En lugar de abrir una brecha olvidándose de las connotaciones del propio espacio expositivo, desposeyéndolo de su memoria histórica como haría cualquier barthesiano aludiendo al «yo soy mi propio símbolo» tan característico de lo contemporáneo, negando su pasado y destino, Mercedes Lara configura su proyecto «ad hoc» para ECAT partiendo de su identidad y discurso simbólico encaminado a resaltar la fragmentación de la luz además del sonido, coronando la cúpula del espacio de la capilla con este lampadario o lámpara votiva, simbología de todo lo que nos sobrepasa, afecta y transciende social, política y espiritualmente. En realidad es una parodia, y como toda parodia tiene algo de espejo y es aquí donde cada luz reenvía a otra luz a modo de juego de fractales y donde el espectador/lector se ve forzado a subjetivar significados en los reflejos lumínicos del suelo-espejo del altar, siendo a la vez espectadores y actores de su discurso. A veces buscando el «yo» nos damos de bruces con el otro, colocándonos en un espacio dividido, algo semejante al espejo lacaniano, aún partiendo del discurso originario. «Las cosas son al final como se narran» siendo más el reflejo, que ellas en sí mismas; iluminar-se, mirarse en el espejo hasta encontrar una imagen fracturada, una historia que se rompe y se fragmenta en dos realidades unidas que a la vez se afirman y niegan. Esta es la estrategia de la duda, de una obra que nos plantea el tránsito de dentro a fuera y de fuera a dentro, y en la que se resalta el habitar de la mayoría, el espacio intermedio. Espacios simbólicos arquetipo de la arquitectura de la sala que vamos travesando; desde su antesala-cortina comunicada con el sonido exterior, hasta llegar al abside de luz reflejada, atravesando ese espacio intermedio, tan importante, el de la percepción sensible, donde se producen todas las interferencias y se gestan las piezas de suelo, conformadas por fotografías cubicadas, resultado reflejo de un transcurrir vital; ese que Pessoa definía como; «Una sombra sobre el cauce del agua de un río vacío». Así el arte en este momento, pierde ese ritmo del transcurrir, del compasar el flujo de los días para volar la caída a modo de Icaro y sincopar sus dudas; la materia aparece y desaparece y como diría Octavio Paz «la obra no está ni presente ni ausente, está ahí a punto de desaparecer siempre». Manuela Sevilla

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