Anillos de algodón
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En mi trabajo, el tiempo y el ritmo son decisivos, con lo que la luz y el color son elementos imprescindibles, pero también el carácter expansivo y la utilización de técnicas ajenas a lo pictórico.
En esta ocasión reflexiono sobre el espacio de la Sala de exposiciones del Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada. Si nos situamos en la planta baja, como si de un patio central se tratara, podemos ver el resto de plantas, también empleadas para la misma finalidad, espacio expositivo, sujetas por columnas todas ellas dando a la sala más grande y noble del edificio.
Me gustaría intervenir este lugar con un juego cromático en los elementos que sujetan las plantas, las columnas, haciéndolas tan sensibles y frágiles, como que serán los hilos de algodón colgados del techo con una trasformación de intensidad y reflejo cromático, las que aparentemente sostengan el peso.
En este caso, que no proyecto luz artificial, pretendo hablar más de las sombras o de los agujeros que estas producen que de las luces. Como dijera Tanizaki en “el elogio de las sombras” quisiera que en un ambiente de recogimiento y con una luz bastante tenue, el ojo se acostumbre a aquel ritmo de colores que “sujetan” la planta de la sala a intervenir, para romper la rigidez de la arquitectura con una cambiante y poética metamorfosis de color. Columnas de color, ejercicio de ritmo en el que nos introducimos en la dimensión metafórica del tiempo que nos invita a detenernos y recuperar el placer de la contemplación.
“La veladura fuerza y acostumbra al ojo a buscar lo que hay detrás del velo. De la misma forma, en cada acontecimiento real de la existencia, el verdadero significado reside más allá y solo se puede llegar a ver en el sosiego”. Cristina Carrillo “En el silencio”. Banco Zaragozano. Zaragoza 2002.
En esta sala de Fuenlabrada, “la exposición de pintura expandida tiene un carácter de juego de trasparencias y veladuras, las líneas recuerdan el dibujo y los colores el pigmento, la veladura es la condición de posibilidad de la visión misma. Hilos pegados, que insisten en una geometría paraminimalista, imponiendo una rejilla a la visión o una veladura artificial, que nos recuerda siempre al poder de la luz, no se produce nunca una clausura sino, al contrario, una activación energética que nos proyecta más allá de las limitaciones de lo cotidiano. Hay un universo luminoso, que refulge o parpadea tras la tersa consistencia de la urdimbre, como si esta fuese red o jaula cuya malla desborda color”. Mariano Navarro; “superficie omnívora, siempre en movimiento”. Mercedes Lara, En Movimiento, Galería Maríta Segovia, Madrid 2005.
En la ventana de la sala, he agujereado un vinilo, que recubre el cristal de una forma velada, estos agujeros dibujan los círculos con colores, estéticamente tiene que ver con el plano de la sala intervenida. Respecto a la disposición de los “agujeros”, constituyen el mapa de las zonas sísmicas del mapa de la Peninsula Ibérica, como recordatorio del movimiento continuo, tema principal del Tiempo
Mercedes Lara